Bodega Maurer and Sons

Tras la bodega “Maurer & Sons” se encuentra una empresa familiar. Al frente está Peter Maurer. Jerezano de origen alemán, ingeniero agrónomo, ex-director técnico de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Cádiz (Asaja), y un enamorado de la viticultura.

Ha creado un ecosistema que anteriormente no existía. Maurer consiguió repoblar de especies en menos de dos años unas tierras salinas, en las marismas del Guadalquivir, para cultivar con éxito cuatro variedades de uva. Adquirió en 2007 la finca «Viña Angelita», situada en el término municipal de Lebrija, de 4 hectáreas, concretamente en la margen izquierda del estuario del Guadalquivir y colindante con la balsa de Melendo. De la que Maurer dice, se enamoraron nada más verla. Quería dedicarse al campo una vez que pudiera jubilarse.

Con la idea en mente de cultivar viñedos, el primer obstáculo fue hacer aquella tierra cultivable y limpiar las sales mediante drenajes, utilizando varias técnicas para desalinizar la parcela. Y posteriormente, para aportar materia orgánica y nitrógeno al suelo, sembró cereales y leguminosa para enterrar en verde, preparando así la estructura del suelo para acoger a la vid. Y de esta manera en 2010 consiguió su primera cosecha, de la que sacó 400 botellas al mercado. Hoy su producción asciende a varios miles, aunque no deja de ser una producción limitada y muy cuidada.

En toda esta tarea lo acompaña y ayuda su hija Ana, bióloga marina y más interesada en el sector de la pesca y sus técnicas. Pero que descubrió de la mano de su padre la pasión por la viña y el vino. Ambos preocupados por producir el menor impacto ambiental posible, con fuertes convicciones medioambientales y, teniendo claro que la calidad de la uva va muy aparejada a un cultivo ecológico, utilizan una metodología natural respetuosa con la naturaleza. Lo que le llevó a certificar la viña como ecológica.

De hecho, paseando por su viña, pueden observarse sus olivos, acebuches, pinos piñoneros, cipreses, perillos de viña, higueras y una gran variedad de matorrales propios del monte y clima mediterráneo. Y ver a los patos, las ranas (incluso serpientes) que se crían en la pequeña balsa que Peter construyó con el agua de lluvia que se drena por unas tuberías colocadas bajo el terreno.

Todo esto tiene un coste (como todo cultivo ecológico) que algunos años afecta a las cosechas, a su productividad. Ya que la naturaleza es caprichosa, y no siempre el resultado es el óptimo, aunque finalmente es la biodiversidad que mantienen en la viña lo que da equilibrio. Tan exigente es con la calidad de la uva que en algunas variedades realiza una vendimia en verde, desechando (directamente al suelo) racimos a una cepa muy cargada. Esto se realiza cuando la uva comienza a enverar, para mejorar su calidad y, por extensión, la del vino. Llegando a desechar en ocasiones y en variedades más productivas hasta un 30%. Sin embargo, Maurer, en su obsesión de obtener vinos de la máxima calidad, siente que compensa.

Las variedades que cultiva son cuatro: petit verdot, syrah, merlot y pinot noir, innovando al introducir en la zona ésta última. La pinot noir es muy sensible y condicionada al clima, por lo que no se da bien en cualquier región, ya que en principio alcanza plenitud en climas frescos y en altas latitudes. Siempre se ha dicho que no puede producirse a menos de 600 metros de altitud… pero consiguió que se adaptara perfectamente a su finca, situada a tan sólo 30 metros sobre el nivel del mar. No hay reto o problema que achante a Maurer.

Se atreve también con la Tintilla, la Palomino y la Moscatel, que no cultiva, pero adquiere de fincas afamadas de la provincia de Cádiz, que cumplen sus estándares de calidad. Aunque en la actualidad son fincas que se encuentran en transición hacia la certificación ecológica. Por lo que su “Tintilla Peter Maurer” y su “DeRaiz Blanco”, no serán ecológicos (en cuanto a certificación) en la añada actual (2017 y 2019 respectivamente).

Una vez vendimiada, la uva rápidamente se transporta en frío hasta la bodega en la que vinifica, que se encuentra junto a Conil de la Frontera. El resultado son unos excelentes 5 vinos tintos y uno blanco que comercializan con las marcas “DeRaíz”, para las mezclas de variedades y “Peter Maurer” para los vinos monovarietales.

Unos vinos que ya han obtenido reconocimiento con varios premios en concursos internacionales de vinos ecológicos.

Escogieron el camaleón como imagen y símbolo de la bodega. Es una especie emblemática de la zona, en peligro de extinción, y que representa muy bien lo que persiguen, que los animales puedan vivir libremente en su finca. Nos cuenta que fue ideado por su mujer, Mari Ángeles Bueno.

Peter Maurer es un hombre, un viticultor que vive por y para su viña, la mima al máximo, de hecho pasa allí todo el tiempo que puede, así nos lo comenta. Y, sueña con, algún día, poder construir allí su propia bodega, donde vinificar su uva. Brindamos por ello (con “DeRaiz 2017”).